
Las olas que arrojas a la playa parecen
venir del infinito.
De ese lejano lugar en que se unen tus
aguas azules, verdosas, y el horizonte
incendiado del ocaso, en el que el Sol
se acomoda como en un lecho, salino
y húmedo.
Mar, Océano, la Mar.
Escenario permanente de mis sueños.
Tierra adentro, te añoro, te recuerdo.
En la noche, insomne adivino la larga
y fulgurante luz del faro, que incesante
te recorre, te escudriña.
Traspasando levemente la niebla que te vela, te esconde.
Soledad de faro, fragor de rompientes, sirena
de barco que se debate en la galerna, apiñadas
en su casco las almas de los hombres
Gigante que todo lo abarca, leviatán dormido,
que en tus ratos de sueño bañas la tierra, la
acaricias leve mesando la arena.
Despiertas de manos del viento, que transforma tus olas
en montañas, que todo lo asolan, ahogan
Para luego calmarte, nuevamente, y arrullarnos, paciente.
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