sábado, 7 de julio de 2012

CLASES DE VERANO

Utópicamente, pensaba yo en años pasados, que aquellos veranos en los que la academia de recuperación, el internado o el profesor particular, Santo Varón de Dolores ¡¡,  habían pasado a la historia. Siendo en mi familia siete hermanos, cada verano alguno de nosotros/as deleitábamos a mis sufridos padres con algún cate, suspenso que otro, tradición ésta que se mantuvo durante años. Por ello, como complemento del veraneo de playa o campo, surgía la figura de la academia de recuperación, o la del profesor particular de turno que se esforzaba en hacernos comprender los misterios de las matemáticas, el intrincado mundo de la física y química, el arte de la lengua castellana o las maravillas de la lengua inglesa, mientras nosotros pensábamos en la bici, la playa, o en la próxima trastada que preparábamos para regocijo de nuestros padres. Vana utopía. Siendo padre de un adolescente de 15 años, mi hijo que es uno y trino, único, primogénito y heredero, me ha devuelto a la realidad, me ha despertado del sueño. Mi hermoso vástago adolescente ha optado este año por abandonar el estudio de las materias científicas. Se ha tomado año sabático con respecto a la matemáticas y la física. Así que este verano, cuando la familia se traslade a la  aristocrática playa de Sanlúcar de Barrameda, una de mis obligaciones vacacionales será llevarlo a la academia de turno. Esperaré su salida absorto en la observación de la bella desembocadura del Guadalquivir. Soportaré estoico sus protestas. Este año el veraneo será distinto. Parafraseando el título de la novela ( No digas que fue un sueño ), si te digo ¡ Todo fue un sueño¡, y los sueños, sueños son. A ver si por lo menos le sale un amor de verano y me deja tranquilo un rato.

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