
Siendo hoy el primer viernes de cuaresma, y por tanto vigilia, día en que las tradiciones nos imponen la abstinencia del cosumo de carne, viene a mi recuerdo el añorado potaje. El miércoles se inició el período cuaresmal, miércoles de en el que preferí no imponerme la tradicional ceniza, polvo eres y en polvo te convertirás, dado que, ya estoy bastante hecho polvo como para que me lo recuerden. Como decía viene en estos días a mi recuerdo el añorado potaje de acelgas con bacalao, que mi madre, tras prepararlo con esmero, reservaba para la vigilia cuaresmal. ¡ Que exquisito sabor del garbanzo, suavizado por la delicada acelga ¡. ¡ Que sustancia de delicia aportada por el desalado bacalao ¡. En mi casa éramos siete churumbeles, algunos de los cuales mostraban su horror ante semejante menú. Para los disidentes reservaba mi madre los socorridos huevos con patatas, acompañando su elaboración con la rotunda frase, ¡ Es lo que hay ¡. Nada de avisar al pizzero de turno, ni spaguetis, ni hamburguesas, ni leche migá. Recordadas vigilias aquellas en las que la tentadora carne se suplía con el bacalao del norte, preparado de mil formas, con el pescaito frito de la freiduria del barrio, con pestiños, torrijas y arroz con leche, todos platos ajenos a dietas, regímenes y otros inútiles sacrificios. Los de la dieta duncan, si quieren respetar el cuaresmal precepto de la vigilia lo llevan claro. Pues eso, toda mi añoranza para el potaje de acelgas con bacalao cuaresmal.
A mi la cuaresma también me trae otro recuerdo. Nacido en abril por estas fechas suele caer mi cumpleaños, este año coincide con el enlutado Jueves Santo, día del amor fraterno. Abandodo este 2012 los solitarios 50 para entrar en los 51. Demoledor acontecimiento que pienso superar con un buen potaje de acelgas con bacalao y un valdepeñas, que es más ligerito para el almuerzo.
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